miércoles, 16 de mayo de 2012

SAN UBALDO, Obispo y Confesor


16 de Mayo



SAN UBALDO,
Obispo y Confesor



 Amadísimos, os conjuro para que
 como extranjeros y peregrinos,
 os abstengáis de los deseos carnales,
que combaten contra el alma.
(1 Pedro, 2,11).

   Tal fue la austeridad de este santo obispo de Gubbio, en Umbría, que puede decirse de él que sin cesar llevaba en su cuerpo la mortificación de Jesucristo. Este espíritu de penitencia, unido a un ardor insaciable por la oración, le hicieron adquirir una admirable dulzura. No sólo soportaba en silencio los ultrajes, sino que, a las injurias, respondía con una acrecienta da benevolencia y caridad. Sabiendo que llegaba al término de su peregrinación redobló su celo por las almas que le habían sido confiadas. Enfermo ya de muerte, continuó instruyendo a su pueblo y, el 16 de mayo de 1160, emprendió vuelo hacia la patria celestial.

MEDITACIÓN
 NUESTRA VIDA ES UNA
PEREGRINACIÓN

   I. El cielo es nuestra patria; el mundo, el lugar de nuestra peregrinación o, más bien, de nuestro destierro. No hacemos sino pasar por este mundo, como un viajero por una posada; después de nuestra muerte en él ya no se piensa en nosotros. ¿Por qué, pues, amamos tanto este exilio? ¿Por qué tenemos tan poco amor por nuestra patria? ¿Piensas con frecuencia en el cielo, donde Dios, que es tu Padre, te espera? Cada día prepárate para la muerte, que es donde acaba el camino de esta vida.

   II. Un viajero no se recarga de cosas inútiles, no levanta casa en los lugares por donde pasa, no se afana por ser en ellos tenido por liberal y magnífico. Las riquezas y los honores te embarazan y te retrasan. ¿Por qué te esfuerzas en brillar en esta vida? En el cielo es donde debes edificar morada y juntar tesoros, porque allí es donde habitarás eternamente. El hombre es tanto más feliz en esta vida cuanto más se aliviana por la pobreza y no gime bajo la carga de las riquezas. (Minucio Félix).

   III. Ni los lugares más agradables retienen al viajero; su patria lo atrae con tal encanto que todo lo demás no hace sino aumentar su nostalgia. ¿Por qué te detienes en los placeres de esta vida? Piensa en los del cielo. Si Dios te envía aflicciones, es para que el mundo no te seduzca con sus encantos falaces. Sírvete del mundo, pero no te dejes encadenar por él. La vida es un hospedaje: entraste en él sólo por un momento y para partir. (San Agustín).

El pensamiento del cielo 
Orad por los peregrinos.

ORACIÓN

   Os suplicamos, Señor, que nos concedáis el auxilio de vuestra misericordia, y que, por la intercesión del bienaventurado Ubaldo, vuestro confesor pontífice, vuestra clemente mano nos ponga a cubierto de las emboscadas del demonio. Por J. C. N. S. Amén.

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